sábado, 20 de agosto de 2011


EL TEATRO EN SUS INICIOS
   Las manifestaciones teatrales comenzaron en el mundo en forma de rituales; las personas realizaban bailes, se peinaban y utilizaban máscaras. Dichos ritos se practicaban con el fin de ahuyentar a los espíritus malignos y para rendirles culto a los dioses. Con el paso del tiempo fueron modificándose e incorporaron los mitos y leyendas donde mencionaban a los héroes y a los reyes.
   Los griegos fueron quienes iniciaron las prácticas escénicas y los textos teatrales que continúan hasta nuestros días. Al principio había un solo actor en el escenario denominado Corifeo, por estar rodeado de un coro y ser quien llevaba adelante la acción. Con la incorporación de más actores nacen los disfracen y los cambios de escenografía.
   Las gradas del teatro griego estaban dispuestas en semicírculo. En esta época, la época de Sófocles, ya existía el telón, tela doble pintada con la escenografía. Los teatros de Atenas poseían una capacidad de 1700 espectadores, además de un sillón especialmente reservado para el sacerdote.
   Las tragedias griegas narraban las aventuras del hombre, que explora los abismos y vericuetos del alma. En cambio, en las comedias la acción siempre recaía sobre una tarea que debía llevar a cabo el héroe cómico, y que finalizaba con el éxito del héroe y la derrota de sus oponentes.
Daniela Ferrés
Septiembre de 2009.

Teatro del Absurdo
   Es un término que abarca un conjunto de obras escritas por dramaturgos estadounidenses y europeos en las décadas de 1940, ’50 y ’60. Este teatro se caracteriza por tramas que parecen carecer de significado, diálogos y escenas repetitivas y falta de secuencia dramática; a menudo crean una atmósfera onírica. Su fin es mostrar fuertes rasgos de crítica y cuestionamiento a la sociedad y el hombre. Sus autores se aglutinan bajo la etiqueta de lo absurdo para expresar la ansiedad, lo salvaje y la duda ante un universo inexplicable; por eso recayeron en la metáfora poética como medio de proyectar sus estados más íntimos. Así las imágenes del teatro del absurdo tienden a asumir la calidad de la fantasía, el sueño y la pesadilla, sin interesarle tanto la aparición de la realidad objetiva pero sí la percepción emocional de la realidad interior del autor.
   Los principales representantes del teatro del absurdo son el francés Samuel Beckett y Eugene Ionesco, también francés pero nacido en Rumania. De los cuales Beckett es el máximo representante de la línea filosófica perteneciente a los dramaturgos que formaron parte de esta corriente. Sus obras muestran cómo la tragedia y la comedia chocan en una ilustración triste de la condición humana y lo absurdo de la existencia. Sus piezas más logradas son: “Esperando a Godoy” y “El rinoceronte”. Por su parte, Ionesto es autor del clásico “Las cantantes calvas”.
   Fuera del arte teatral, el Director de cine español Luis Buñuel puede ser catalogado como absurdista, puesto que gran parte de sus producciones cinematográficas, “Un perro andaluz” y “La edad de oro” entre otras, poseen claramente los rasgos del absurdo.
   Una de las líneas teóricas más potentes del teatro del absurdo es El teatro y su doble, obra del francés Antonin Artaud, publicada originalmente en 1938.  Artaud también es reconocido por ser el creador del Teatro de la Crueldad, un teatro que busca despojar este arte de la palabra y reemplazarla por un lenguaje nuevo y propio caracterizado por gemidos y sonidos guturales, mucho más físico y emocional.

   El teatro del absurdo también estuvo presente en nuestro país principalmente a través de la figura de Eduardo Pavlovsky; una de sus obras absurdas más representativas es “La espera trágica” de 1962 (trabajo en la línea de los textos de Beckett) además de “Sr. Galíndez”, aunque esta última responde a los rasgos característicos del teatro de la crueldad.
Yesica Mamani  y Laura Rivera
Mayo de 2009.

EN EL ANDÉN (fragmento)
de Ernesto Frers*

EL SEÑOR. --- ¿No podría hablar con él…?
EL EMPLEADO. --- ¿Con quién, señor?
EL SEÑOR. --- Con el jefe. Quizá él sepa si el expreso se detendrá hoy.
EL EMPLEADO. --- No lo sabe. Si lo supiera, me lo hubiera dicho. No tiene secretos para mí, soy su brazo derecho. Además creo haberle dicho ya que está muy ocupado. No recibe a nadie.
EL SEÑOR. --- Entonces… ¿Sólo resta esperar?
EL EMPLEADO. --- Para eso está este sitio, señor. Para esperar. (Sale el empleado.)
EL SEÑOR. --- ¡Es inconcebible! Deberé perder un tiempo precioso.
LA JOVEN. --- Es usted muy impaciente.
EL SEÑOR. --- ¿Le parece?
LA JOVEN. --- Oh, sí, señor. Y la impaciencia a nada conduce. El empleado tiene razón. Estamos en el andén para esperar el tren. Esperemos pues.
EL SEÑOR. --- No, no es que me niegue a esperar. ¡Pero alguien debería saber si ese bendito expreso va a detenerse hoy aquí!
LA JOVEN. --- Es mejor así, según yo pienso. La duda forma parte de la espera, ¿no cree usted? Si uno estuviera seguro de que el tren va a detenerse; o no; el andén perdería todo su encanto.
EL SEÑOR. --- ¿Usted cree?
LA JOVEN. --- Sin duda, señor.
EL SEÑOR. --- (Sentándose a su lado) ¿Sabe que es interesante lo que usted dice? Nadie pensaría que fuera capaz de tan sagaz razonamiento. Y poético.
LA JOVEN. --- No son palabras mías, señor. Me lo enseñó mi padre antes de morir. Lo pisó el tren, ¿sabe usted?
EL SEÑOR. --- ¿A su padre?
LA JOVEN. --- (Asintiendo.) Fue un día como hoy, en este mismo lugar. Descendió a las vías para ver si venía el expreso, y lo atropelló un tren lechero que llegaba en sentido contrario. (Suspira) Uno de los vagones descarriló. Esa semana tomamos mucha leche en el pueblo.
EL SEÑOR. --- (Sentencioso) Toda desgracia, tiene su compensación.
LA JOVEN. --- Así es. (Suspiro.) El siempre me lo decía: La incertidumbre es lo más hermoso del andén. (Otro suspiro.) Tenía razón. ¿No cree usted?
EL SEÑOR. --- Sí, evidentemente.
LA JOVEN. --- Entonces, esperemos.


* Ernesto Frers, autor de esta pieza, nació en Gualeguaychú, Entre Ríos, en 1936. En la década del 50 se incorporó a la actividad escénica de Santa Fe, desempeñándose como autor, director y escenógrafo. Actualmente reside en Barcelona desde 1977
“Frers no volvió nunca más  a Santa Fe y tampoco volvió a escribir teatro, pero si hay un hito notorio de aquel teatro de la región, sigue siendo esta joyita absurda y caprichosa”. (Jorge Ricci, autor y director, Teatro Llanura, Santa Fe)
Ésta, su obra de mediana duración, escrita en la década del 60 para el teatro independiente, se desarrolla en el andén de una estación de campaña; su estreno se produjo bajo su dirección, en Santa Fe en el año 1964.
Sus tres personajes experimentan equívocas contingencias, y juegos escénicos sobre la base de trasposiciones del lenguaje, que muestra el drama humano de la incomunicación. También aborda temas como la esperanza, el amor, la mediocridad y la eterna postergación  de los sueños más anhelados.

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