Un error es bueno porque es lo que nos confirma como humanos. La perfección no existe y los errores nos ayudan a crecer y aprender. Nos vuelven más falibles, que es la realidad del día a día.
Nos equivocamos todo el tiempo como personas, a pesar de muchos aciertos que solemos tener. El error nos constata que no somos infalibles y por más capaces que seamos (o nos creamos), siempre tenemos espacio para un tropezón.
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