lunes, 21 de mayo de 2012

Monólogo


Placeres, de Griselda Gambaro (adaptación)

¡Cómo me gusta el barrio! El centro tendrá las luces, la animación, pero el suburbio... El suburbio con las casitas bajas, el tango... el mate bajo la parra... (se mira la manga) / ¡Mierda, la manga! Ya me parecía que uno, cuando subí al colectivo, ¡se había agarrado de mi manga para sostenerse! La manga rota, y encima, recibí dos sopapos. Una mina creyó que la tocaba, sin darse cuenta de que me empujaban y yo estaba tan apretado, tan apretado que ni podía respirar. Suerte que me vio violeta y gritó. Tuvieron que parar el colectivo. Después la mina se disculpó, pero los dos bifes ya me los había ligado. Apenas respiré otra vez, todos subieron de nuevo, el colectivo arrancó como en una competencia y me dejaron en la calle. Abandonado. Con la manga rota.

Esperé otro colectivo. Volví a pagar el boleto porque el chofer no quiso escuchar razones, ¿Por qué bajó del otro salame?, me dijo.
¿Qué le iba a contestar? El centro los pone locos. Un tipo me clavó el codo con fuerza. ¡Ah!, no lo hizo a propósito. Fue cuando el colectivo frenó de golpe ¡y todos nos fuimos para adelante! Tuve suerte, una señora se tragó la puerta y perdió todos los dientes. Y bueno, se sabe. Viajar a los suburbios no es cómodo.
(Huele el aire, se inclina oliendo hacia la entrepierna) Un nenito que viajaba sentado se agarró de mis pantalones y me vomitó aquí. (Se mira) Se ve que los sacudones... La madre quiso limpiarme (sonríe). No todas son desgracias. Uno tiene sus compensaciones... en el colectivo.
A mí en realidad no me importan las asfixias, los vómitos, los codazos... El que quiere celeste, que le cueste. Cuando llegó acá, a los chalets, a las casas bajas... Recibo mi recompensa.

Me gusta caminar por el barrio al atardecer, ¡una paz, una tranquilidad! ¡Que no me hablen del centro! Voy hasta la esquina y vuelvo / corriendo porque quién se salva de los ladrones.
Pero ahora estamos más tranquilos en el barrio. Contratamos servicio de vigilancia. Debemos tomar alguna precaución –no volver tarde a la noche- / y bueno... se confunden, un error cualquiera lo tiene. Pero el barrio ganó. ¡Hay una seguridad! Pasan en auto, dan vueltas toda la noche y la sirena ¡chiu, chiuuuu! Para avisarle a los chorros. Para no encontrarlos, que huyan antes. Inteligentes, ¿eh? Se ahorran disgustos.
No dormir me pone... irritado. Pero / salgo al patio, veo las estrellas, la luna... No salgo mucho al patio. Porque hace poco una bala perdida le rompió la cabeza a una nena. Son cosas que pasan. Inadaptados hay en todas partes.

Los domingos a la mañana compro el diario, me siento en una sillita baja, tranquilo... ¡qué paz! ¡Una serenidad que-que...! Los del centro, ¡nunca! Esta paz.
Me olvido de los viajes, del colectivo.
Este domingo no lo leí, el diario / porque frente al quiosco pusieron un aviso grande, con dos postes así, (señala) a esta altura, (se señala la frente) un aviso del gobierno, cloacas, hospitales, escuelas... me di vuelta y... me lo llevé por delante / al cartel. El diariero me dijo que nueve de cada diez de los que compraban el diario, se lo llevaban por delante, al cartel. De hierro. La culpa fue mía, tengo movimientos... impulsivos. Me dieron tres puntos en la salita. / Había cola en la salita, / sólo se salvaron los petisos. Podían haberlo puesto un poco más alto, el cartel, no a la altura de la cabeza de la gente, pero tienen otras cosas en que pensar. Las cloacas, las escuelas, los hospitales.

Me gusta mirar la calle, me siento al lado de la ventana. En este momento la calle no está linda, hace casi dos años que está horrible. / Circunstancialmente. Primero vinieron los del asfalto. ¡Quedó la calle...!, lisa, una alfombra. ¡Estábamos contentos...! Y a los dos meses rompieron el asfalto para conectar el agua. ¡Quedó la calle...! un asco. Por pocos meses. La arreglaron, quedó lisita, una alfombra, y vinieron los de las cloacas. Rompieron los caños del agua. Un accidente, no se dieron cuenta. No hay modo de preverlo. Vos sabes, se cubre todo con el asfalto y no se ve lo que hay debajo. Rompen cavan, y ¡zas! Le dan al caño. Una catástrofe. Estuvimos seis meses entre el barro y la caca porque no se ponían de acuerdo sobre a quién le le correspondía arreglar. Y ahora rompieron otra vez el asfalto porque, / no sé... / no sé qué planes tienen. / Plantar árboles, construir una placita en medio de la calle, una playa de estacionamiento... Quedaron unos hoyos así, llenos de agua. Dos por tres se muere un vecino ahogado. O un niñito distraído que camina papando moscas.
Esto pasa en el centro también. Son los costos del progreso. Y en el centro uno se ahoga, no tiene este aire, este cielo... / El cielo no se ve bien, porque suburbio y todo, ¡hay un cablerío! Los árboles son todos mochos, los cortan a esta altura (señala), porque si no las ramas se enredan en los cables y hacen un desastre. El suburbio progresa, ¡sí, sí! Progresa sin perder su encanto. Y los árboles mochos son instructivos, están llenos de carteles. / Parecen las páginas amarillas, llenos de avisos... Plomeros, pedicuras, albañiles, / profesores de inglés...

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