Una para Buenos Aires
Entre la fascinación y el desconcierto,
entre una imagen fantasmal y el choque cotidiano,
entre un voraz verano de alquitrán y un río que se estanca…
Veo a Buenos Aires.
La madeja se desenrolla, entra a rodar
el tiempo entreteje sobre la ciudad
cortinas de pálidos hilos
por donde transita mi mirada
Descubro a Buenos Aires
tras esa fina cortina espectral
que la envuelve en eterno misterio.
Entre el resplandor de luna arrullada por los edificios
y un almacén abandonado,
entre el último café en un bar inexistente
y la ceniza húmeda del invierno,
entre barrios desvastados
y una Corrientes que no deja de deslumbrar…
Observo a Buenos Aires.
Ciudad araña que se adueña del tejido
y atrapa en su grisáceo laberinto,
al enredarme en las hilachas de su tiempo ancestral
Conozco a Buenos Aires
en ese tiempo que es otro
dentro de la trama,
aquel que nunca empezó.
Entre los giros de un baile orillero
y el andar desenfrenado en Florida,
entre nocturnos amantes en parques desiertos
y la caricia primaveral de las plazoletas,
entre el tango del desengaño
y el estallido del éxtasis piazzolleano…
Siento a Buenos Aires.
Cerca, lastima.
Lejos, se añora angustiosamente.
Y la madeja es infinita,
multiplica calles como recuerdos,
entregada a ese transitar
Reencuentro a Buenos Aires
atisbo un sitio álgido,
aleph de la pulsión porteña,
punto ciego de un pasaje innombrable
que cruzo sin darme cuenta.
Entre el atardecer bohemio del otoño
y el ángel urbano velando las calesitas,
entre un pasado mítico
y un futuro teñido de nostalgia por lo perdido,
entre el letargo y el latido…
Amo a Buenos Aires.
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